Difícil... Cada vez más difícil pararme a escribir, pararme a asimilar todo lo que sucede, parar para algo que no sea dormir...
Estoy en el viaje en el que menos me he conectado a mi gente vía redes sociales pero en en el que más me estoy conectando tanto a mí mismo como a la energía del Amor. Estoy en el viaje en el que menos he llamado a casa para decir mamá, estoy bien. Pero la pobre ya sabe que por estos lares la falta de noticias son buenas noticias. Estoy en el viaje a India y Nepal en el que menos días voy a estar: dos meses "sólo", lo que me limita un poco, pero sé con certeza que no será la última vez que piso Asia, en particular la tierra del Buda.
Poco más de tres semanas han supuesto mi estancia en la India. Se hacen cortas, cortísimas si además las hago con la mejor de las compañías: una chica 4x4, una princesa sin tonterías, el "ki" que le faltaba a mi "ki", para ella todo esto es nuevo... y cómo no, ha vuelto diciendo "I Love India".
Ahora me toca seguir sólo el viaje, y para concienciarme qué mejor que un trayecto de costa a costa de 18 horas de duración, en un tren indio. Pero eso fue casi el final de la India... Empecemos por el empiece...
Febrero y viaje se sincronizan en su génesis. Del frío invierno ibérico paso al calor de los 5 ó 10 grados... Latitud Norte, que en Celsius supone alrededor de 30º. El agua del Mar Arábico tan acogedora como siempre, el sol tan imponente por el día y hermoso en su puesta a la tarde... Hermoso, no... lo siguiente.
Kerala, el estado más sureño con Tamil Nadu, tiene en mi opinión la mejor fruta en calidad y variedad: mango, piña, miles de tipos de bananas, melón, sandía... que conozcamos en Europa, porque después está el cúmulo de frutas de esas que dices qué coño es esto, pero que en zumo o natural llega a salivar la boca y lacrimar los ojos...
Los primeros días transcurren en Varkala, uno de mis cuarteles-base siempre que visito la India: una reserva natural de turismo joven pero que consigue desconectarme de todo. De nuevo repito en el hotel donde el pintoresco 'Noushad', ya un colega, lleva la recepción. Hablar de él sería la leche, y la mitad de cosas no os las creeríais. Pero desde el balcón se ve una puesta de sol, cayendo sobre el mar, a la que ninguna foto hace justicia.
Seguimos la línea de ese mar tan especial hacia el norte, para llegar a las Backwaters. Por fin cumplo el sueño de dormir en un barco para dos, en esas aguas (claro, es lo que tienen los barcos), y las luciérnagas junto con las estrellas lucen especialmente en la noche (claro, es lo que tienen también las luciérnagas y las estrellas...).
Pocos días en las Backwaters, nos vamos a Kumily. Como cada vez que vengo aquí escribo a mi hermana: estoy en casa. En Kumily tengo una familia, ya lo he contado alguna otra vez en el blog. Sin palabras. Shookur presume orgulloso ante el resto de gente, me señala y dice He is my brother. Yo no tengo palabras para el amor con el que me trata siempre, y esta es la cuarta vez que visito su hogar. Su hija mayor me llama "tío", la menor todavía no articula palabra... pero sí grita (menudo carácter!).
Visito a algunos de mis maestros en Ayurveda. Religiosamente bebemos zumo de piña a diario. Jugamos con las crías. Asistimos a tres shows de Katakali, esa mezcla mágica de percusión, canto, danza y teatro. Paseamos por los alrededores del pueblo con Shookur y las niñas. Vuelvo a casa de Suni, maestro de percusión, a tocar el bombo... Matthew, un cristiano indio, nos invita a comer a su casa perdida en la montaña, y nos anima a que subamos a la cima después de llenar la barriga (WTF? Negativa por respuesta!).
Siguiente parada: Madurai. En esta ocasión no he descubierto nuevos lugares, he ido a lo ya conocido. Los templos de Madurai bien merecen un viaje jodido de autobús. El complejo de Sree Menakshi es una joya artística en lo arquitectónico que alberga miles y miles de pinturas y esculturas; y es lugar de culto y peregrinaje para los hindúes.
Esto es el espíritu del sur de la India para mí: arte, gastronomía, religiosidad (aunque no la comparta), Ayurveda, percusión, amistad, sol, colección de sonrisas, y risas a mil...
Pero todo se acaba, y llega la tristeza. El deber deja sólo al placer, y me veo envuelto en mi aventura en solitario, no por ello mal pero sí menos aprovechado. Mi compañera vuela hacia el Oeste, donde me espera, pero no me deja sólo, en ningún momento. Pero por fin ha aparecido
la chica de las mil sonrisas...
Sigo, y el tren me deja en Chennai, en el Golfo de Bengala, Océano Índico. Aquí ya todo es diferente. No hay mucho que ver que no sean vehículos pitando, polvo en el aire, marginados sociales y bares... muchos bares. Me sorprende la cantidad de borrachines que hay en este lugar, en comparación con el resto del Sur. Los chóferes de los ricksaw me dicen que me llevan a alguno... ufff, no gracias, la verdad es que invita poco a entrar, por fuera parecen más bien un puti que otra cosa... Los indios tienen el sentido del gusto algo... en especial con la iluminación: luces de neón hipermegallamativas que más bien producen rechazo.
Decido visitar Playa Marina. La segunda playa más larga del mundo, con 14 kilómetros. Que no se ofendan mis amigos indios por lo que van a leer, pero... vaya mierda. En todos los sentidos, me explico: la recorro de norte a sur, esquivando tortugas enormes muertas en la costa, niños que vienen a pedirme rupias por deporte (se les ve que no lo necesitan), y lo que más me llama la atención... gente giñando en la misma costa... Poco a poco empiezo a ver más mierdas que granos de arena, y hasta en algún tramo he de ir con ojo esquivando zurullos del suelo con mis pies descalzos... Shit, nunca mejor dicho, algunas de las piezas de tan escatológico museo son de coleccionista. Maldita sea, pienso a veces, eso ha tenido que doler....
Creo que lo mejor que ví en Chennai fue el recinto que reúne el Museo de la Ciencia, un teatro 3D, y un planetario (todo muy indio, eh? pero resultón). Cuento las horas que me faltan para volar a Nepal... Ey, un momento, quizás lo mejor de Chennai fueron unos trabajadores del aeropuerto con los que me reí la noche en vela que pasé allí...
La banda sonora de este viaje a India:
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Uno de los Paraísos del sur de India |
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...y con eso te lo digo todo, chavala... |
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ninguna foto puede hacer justicia a tan bello fenomeno |
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El Señor Buda espera un lassi de piña, en Madurai |
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Hay
gente con buen corazón… y luego están las personas como Miguel, mi compa de
curro. Misión cumplida, chavón! |
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Las
bicis con las que nos movimos en su día por Kumily. |
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Las
aguas de las Backwaters, una mañana
tranquila. |
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La
mejor compañía… |
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Vacaciones
perfectas? Dónde hay que firmar? |
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Backwaters |
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Katakali... esa mezcla rara de arte... y tan bella. |
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Talentos infantiles, entre los que participaba mi sobrina india. |
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Fruta, fruta, fruta... |
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A esto se le llama "Desayuno completo", hasta donde las fotos pueden mostrar... |
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Alsifa, la menor de mis sobrinas indias. |
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Los críos son tan simpáticos…
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Jugando al “un, dos, tres… chocolate inglés” pero con
unas palabras muy raras, en malayalam, el idioma de Kerala.
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El famoso pueblo de Srirangam...
famoso por sus... bueno no sé, pasaba por allí
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Buda echando el alto, "A ver! Los papeles!" |
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Ruedas en Chennai. Mejor enseñar esto que la playa.... :-/ |
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Malas noticias en este viaje. Mi amiga Isabel Muñoz nos deja... una pena, pero lo mejor de ella queda entre nosostros. |