Y se sabe que en tiempo de revolución lo que más sufre es el inter-
cambio comercial y la industria. Basta pensar sólo en el núme-
ro de obreros que trabajan directa e indirectamente para la ex-
portación, en el número de brazos empleados en las industrias
de lujo que tienen por clientela a la minoría burguesa.
La revolución en Europa significa el cierre inmediato de la
mitad de las fábricas e industrias; son millones de trabajadores
arrojados a la calle junto con sus familias.
Y es esta situación verdaderamente terrible la que se trataría
de remediar con talleres nacionales, es decir, con nuevas indus-
trias creadas para la ocasión para ocupar a desocupados.
Es evidente, como ya lo dijo Proudhon, que el menor ataque
a la propiedad traerá aparejado la completa desorganización
de todo el régimen basado en la empresa privada y el salariado.
La sociedad misma se verá obligada a tomar en sus manos el
conjunto de la producción y reorganizarla según las necesida-
des del conjunto de la población. Pero, como esta reorganiza-
ción no es posible en un día ni en un mes; como exige cierto
período de adaptación, durante el cual millones de hombres se
verán privados de medios de existencia, ¿qué hacer?
En estas condiciones no hay más que una solución verdade-
ramente práctica, y es la de reconocer lo inmenso de la tarea
que se impone y, en vez de buscar remendar una situación que
se habrá hecho insostenible, proceder a reorganizar la produc-
ción según los nuevos principios.
En nuestra opinión, será necesario, para actuar en forma
práctica, que el pueblo tome inmediatamente posesión de todos
los alimentos que haya en las comunas insurrectas, los inventaríe
y proceda en forma tal que, sin derrochar nada, todos aprove-
chen los recursos acumulados para atravesar el período de cri-
sis. Y durante ese tiempo habrá que ponerse de acuerdo con los
obreros fabriles, ofreciéndoles las materias primas que les fal-
LA CONQUISTA DEL PAN / 67
ten y garantizándoles la existencia durante algunos meses, a fin
de que produzcan lo que necesita el cultivador. No olvidemos
que si Francia teje las sedas para los banqueros alemanes y las
emperatrices de Rusia y de las islas Sandwich, y que si París
hace maravillosas chucherías para los ricos del mundo entero,
dos tercios de los campesinos franceses carecen de lámparas
para iluminarse y de las instrumentos mecánicos necesarios para
la agricultura actual.
Y, por último, valorizar las tierras improductivas, que no
faltan, y mejorar las que no producen ni la cuarta, ni siquiera la
décima parte de lo que producirán cuando estén sometidas al
cultivo intensivo hortícola y de jardinería.
Es la única solución práctica que somos capaces de entrever,
y, se lo quiera o no, se impondrá por la fuerza de las cosas.
sábado, 16 de mayo de 2009
La Conquista del Pan
El ruso P. Kropotkin escribía hace algo más de 100 años "La conquista del pan", un libro de los que no envejecen... Así porque sí, eleginos la página 67 de mi edición, para aprender:
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