Paradójicamente no ha sido el gurú quien ha venido a mí, sino que llegue a Katmandú en busca de uno, S. N. Goenka. Más bien de sus enseñanzas: la meditación contenida en los más antiguos tratados budistas, y presumiblemente la que realizaba el mismo Buda. Durante doce días, realmente once, enseñan este precioso tesoro que se llama Vipassana. Once horas de meditación diaria que pasan por ser momentos duros unas veces, hermosos otras, sorprendentes cuanto menos, e indefinibles las más; y que dejan una sonrisa al acabarlos que ningún
polvo, garantizado. No puedo explicar mucho con palabras, sólo recomendar esta práctica a todo el mundo, a todo (¿me dejo a alguien?)
La cosa está movidita...
El segundo día en Katmandú empezaba como han sido todos, desayuno con Shambhu y hablamos de lo movido que es este país tan singular. Ayer subieron un 43% el precio de la bombona de gas... de la noche a la mañana, como el que no quiere la cosa. Salgo a la calle y al bajar de Samakhushi veo gente y gente subir, corriendo... asustados, coño, ¿qué pasa? Sigo bajando... me dicen que hay una manifestación, que es peligroso... ok, sigo bajando, esquivando al gentío. Abajo, han cortado la calle, me acerco, el espectáculo es la leche: Gente cabreada, policía intentando aguantar aquello, piedras que vuelan... ufff, la poli me dice que me vaya, pero veo que los 500 tíos que tienen delante se los van a merendar (yo no me pierdo esto... no me muevo aquí). Y así es, viene la peña, y los hacen retroceder... vienen más, les pregunto que qué ocurre, y me cuentan que están allí y así por el precio del gas. Ole vuestros cojones. Me voy pensando que si en mi país las cosas fuesen así se pensarían subir los precios como los suben de necesidades básicas como el agua, luz, gas, etc... pero no haré apología de la violencia, que eso es de gente mala, muuuy mala.
A la mañana siguiente paso a la misma hora, el mismo
show, esta vez más tranqui. Es una mani de estudiantes, que me dicen que el gobierno ha rectificado y ha bajado el precio del gas (seguiré sin hacer apología de aquello, prefiero que suban y suban el precio de las cosas a que me tilden de violento...). Sinceramente, les felicito. Han ganado una batalla.
Días mas tarde, a la semana de aquello nueva huelga. Quieren echar abajo el gobierno. En 2010 ya me chupé una huelga indefinida que duró nueve o diez días... esta vez van más de tranquis. Sólo un día en el que Katmandú es otra Katmandú: las calles están vacías de coches, motos, ruidos, polución... y por contra es la gente quien las toma. Veo otra ciudad, no es la misma que ayer, ni la que vi al día siguiente. Se vivía una "calma tensa", que suena a topicazo pero no encontré mejor forma de sentir aquel día.
Sí... la cosa está movidita. Un día antes de visitar Boudnath, una estupa budista cerca de Katmandú, un monje tibetano se ha quemado vivo a lo bonzo. Me lo dice otro monje allí mismo, después lo he visto en los medios. Por suerte para mí no lo vi (por un día...); por desgracia para él, murió poco después en el hospital. Su protesta era contra las medidas del gobierno chino en el Tíbet. Hace el número 100, exacto, de monjes que desde 2009 se han inmolado a sí mismos por el mismo motivo.
Tibetan Singing Bowls
Allí, en Boudnath, en 2010 intenté que el considerado por muchos mejor maestro de Nepal en la terapia de Cuencos Tibetanos, Santa Ratna Shakya, me diese clases. No pudo ser, estaba en Europa haciendo lo propio. Esta vez, con más antelación contacté con él. Un tipo adorable, y tan serio como alegre maestro. Ha dado una vuelta de tuerca a mi vida profesional en casi una semana de curso, estoy más que contento.
Los cuencos tibetanos funcionan, sanan, mediante la vibración y el sonido. Hasta ahora había estado jugando con ellos. Santa Ratna Shakya me ha enseñado durante estos días mucho de ellos, mucho. Me llevo un buen
pack:
seis cuencos de su tienda (tiene fabricación propia, artesanal). Poco después me hago con uno más, de otra eminencia nepalí de los cuencos tibetanos: Sree Krishna Shahi, en Swayambunath, quien me enseña más materia en la terapia, pero solo un día.
Mocos negros
Dejar de fumar y venir a Katmandú es algo paradójico. El humo, el polvo, hacen que además de taponarse más la nariz, al sonármela los mocos no sean verdes sino negros. Al llegar a casa parece que vienes de la mina en vez de esta tan hermosa como caótica ciudad.
Las mañanas desde la terraza muestran una panorámica con una intensa y enorme nube sobre los tejados, que no deja ver mas allá de un kilómetro. Sólo el día de huelga general, sin vehículos rulando, permitía vislumbrar las montanas lejanas.
No quiero imaginar mis pulmones... Pensando que sería más sano dejar el humo, ahora me coloco con el CO2 de los motores a ruedas.
The Momo Experience
Los Momos son una de las típicas comidas nepalíes. En Lainchour como a cuerpo de rey, en un país republicano. Cada día les felicito y agradezco lo buena que está la comida. Una tarde Sharmila y Shambhu me enseñan, de nuevo, como hacerlos. Ya aprendí la otra vez, pero el no practicar es lo que tiene. Esta vez creo lo recordaré. Se hace una masa con harina, agua, sal y poco aceite. Se cortan láminas que se aplanan con el rodillo, y dentro se rellena de vegetales (en mi caso, claro). Se cierran los momos con un arte increíble, un juego de dedos que sólo con manos nepalíes puede quedar bien... A mí me salen muy chungos. Después al vapor, y lo acompañan con una salsa de tomate y cacahuete (y picante, claro... si no, no les vale). El resultado es tremendo. También me enseñan a hacer Alu-Parothas, con la misma masa y patata.
A las 19h, ya nos avisó de antemano Shambhu, se fue la electricidad, y seguimos a la luz de las velas. Katmandú vive también con pocas horas al día de "power" como dicen ellos. Pueden estar tranquilamente más de 12 y 16 horas sin luz. Lo cual, añadido a que sólo viene agua corriente cada seis días, y necesitan el
power para subirla a los depósitos, hace el vivir aquí algo no muy fácil. Pero los nepalís son muy valientes. Nosotros nos cagaríamos patas abajo...
Los Khadgi me han cuidado como a un hermano los jóvenes, como a un hijo los mayores. Creo que he cogido algún kilo. Unos días arroz, con sopa de lentejas; otro día fueron pizzas, especiales, con Shambhu. Por no hablar del té, que no ha faltado en ningún momento.
Ram Bahadur Bomjon
En 2006 supe de un crío de 15 años que había tomado la firme determinación de meditar sin descanso. Era en la zona rural al Este de Nepal, y llamó mi curiosidad. Seguí su pista a veces por internet, hasta que el chaval decidió irse a las montañas a seguir su vía espiritual. Había conseguido estar días y días sin moverse, en constante meditación. Varios periodistas occidentales cubrieron la noticia, entre ellos la gente del Discovery Channel:
lo filmaron durante 4 días, con sus 4 noches a ver qué pasaba. Y todo lo que pasaba era que no se movía, permaneciendo en constante estado meditativo.
Su nombre Ram Bahadur Bomjon. Escondido al mundo desde entonces.
En 2010 encuentro a un nepalí autóctono de Nammobuddha, un pueblo donde a veces aparece, me dice. No pudo ser el ir, o mejor, no tenía que ser el ir. Hace unos días, andando con mi hermano nepalí Raju tomamos té en la vieja Katmandú. En eso de las "coincidencias" me encuentro a un monje, lo saludo y tras entablar larga conversación de
esto y lo otro y lo del mas allá le pregunto sobre su maestro. Me dice que quizás no lo conozca, que su nombre es Ram Bahadur Bomjon. Por un momento no sabía si estaba despierto... Se sorprendió de que lo conociese. Le pedí si podía ir a verlo. Me indica dónde está, pero que si voy solo 3 ó 4 días no cree que sea fácil verlo. No aparece todos los días ni ante sus discípulos, sigue en constante meditación.
En cuestión de minutos me encontraba haciendo la maleta. En menos de 24 horas ya estaba en su Comunidad. El viaje para llegar es tortuoso... mucho. Y me indican que mejor no decir abiertamente dónde está el lugar. Sólo se transmite entre gente del rollo. La cantidad de devotos que quieren verlo y la de gilipollas que quieren ir a joderle es amplia. Por suerte el primer grupo es más numeroso que el segundo, pero haberlos haylos. De él había oído, además de toda clase de alabanzas, también toda una serie de sinsentidos que tras estar viviendo allí puedo afirmar son fruto de la ignorancia, el desconocimiento y la envidia: que no es cierto que medita sino que pasa el tiempo, que lo hace todo por el dinero, que una vez pegó a 17 personas y a 2 policías nepalíes (esta es la que más gracia me hizo), que vive a todo lujo, que tiene guardaespaldas, que tiene mal carácter...
Tuve la gran suerte, o mi karma estaba predispuesto para tal, o lo que sea, pero tuve la oportunidad de tener un encuentro personal con él, lo que llaman
Darshan. No siempre aparece, a veces en una semana no sale de su estado meditativo o al menos no sale de la caseta que tiene por vivienda. Ver donde vive su Comunidad, estar frente a él, que me tocase, poder tocarlo, que me mirase... todo eso y más, queda en casa.
Lo que si diré es que pienso en las antiguas comunidades de cristianos primitivos, o incluso en los primeros tiempos de Buda con sus discípulos... y no creo que fuese muy diferente del estilo de vida que lleva Ram Bahadur Bomjon y sus monjes. Una experiencia que superó cualquier encuentro con cualquier maestro hasta la fecha.
Katmandú
La etimología de Katmandú viene, según me explica Shambu de "casa de madera". El mismo me lo dice en Durbar Square, donde hay construido un templo en el siglo II d. C. en base sólo a madera, ni un sólo clavo, hierro o soporte se añadió. Las experiencias con él han sido muy gratas: ir con moto por lo viejo de la city, tomar té o momos en lugares donde solo un nepalí te puede llevar. Me ha explicado mucho de su etnia, los
newari, y han quedado en el tintero más aventuras que hemos dejado para la próxima ocasión, por mi falta de tiempo, siempre de aquí para allá. Con Raju tomamos té en el Thamel varios días, hermoso barrio en el que cada vez que voy a Katmandú me encanta perderme con mi cámara. Y en Swayambhunath de nuevo volví a hacer girar las ruedas del
Om mani padme hum, y ofrecer incienso y velas por quienes estamos aun aquí y quienes ya se fueron.
Cuerpos ardiendo
Al bajar de allí tropecé de nuevo con un crematorio al aire libre que ya en 2010 me sorprendió mucho. Esta vez no me quedé fuera, entré, y algo especial sucedió. Hay tres piras funerarias, y en una ardía un cadáver; en otra preparaban lo necesario para otro. Me quedé en la distancia, no quería mezclarme con la familia para respetar su duelo, y a unos 10 metros me senté tranquilo a practicar la Observancia. Fue la propia familia quien vino a ofrecerme un vaso de
pepsi, y los mojes budistas me llamaban para que me sentase a su lado. Accedí, y de repente todo se llenó, como si de nieve se tratase, de una ceniza blanquecina que inundaba todo el aire, mi ropa, hasta mi vaso. No importó, fue tan especial. Vi que ofrendaban incienso de vez en cuando, y pedí si podía hacer lo mismo. Accedieron. Saqué de mi mochila un paquete y me acerqué al enorme calor de la hoguera encendiéndolos por aquella persona, según me decían, una mujer de tan sólo 55 años.
Cuando los monjes terminaron de entonar no sé si sutras, cantos... empezaron a recoger. Realmente la muerte aquí tiene otra dimensión. No estaban muy tristes y sólo un hombre, quizás el marido, tenía los ojos rojizos de llorar. No hablaban casi inglés, así que simplemente con la mirada y tocando sus manos me despedí de él y la familia, saludé a la pira ardiente juntando mis manos y salí con los monjes.